lunes, 7 de septiembre de 2009

HABLANDO DE EFEMÉRIDES…

Mural en el castillo de Chapultepec, donde dice el poli que no podia tomar fotos -aun sin flash...
HABLANDO DE EFEMÉRIDES…

Jorge Sarquis



A lo largo del difícil parto de una Nación los momentos más dolorosos son, sin duda, los de la explosión fratricida; los de la guerra, consecuencia última de la irreductible imposibilidad de conciliación entre intereses encontrados. Así fue aquí durante a la Guerra de Independencia, primer espasmo dilatador y dolorosísimo que anunciaba al nuevo ser.
Mi generación aprendió a festejar Septiembre como el mes de la Patria, pero las celebraciones escolares de entonces, y muy probablemente de hoy, se reducían a la bulliciosa remembranza del Grito de Dolores. No creo que el grito que convocó, ni el que celebró la independencia, sean el momento decisivo del advenimiento de la nueva Patria. Si es preciso decidir en aras de contar con un acta de nacimiento, yo escojo el 19 de junio de 1867. No celebro la muerte del hombre, sino la determinación heroica de enterrar para siempre nuestro pasado colonial; el triunfo del anhelo de ser. La Guerra de Reforma merece ser recordada por eso como el día cuando sólo quedó una pregunta y las respuestas antagónicas sobre la mesa: ¿Quién es dueño?¿Quién manda en estas tierras?
De un lado la respuesta era: “Nosotros os levantamos el yugo con la bendición de Dios, nosotros rompimos las cadenas, nosotros somos los dueños y por tanto nosotros mandamos que todo siga igual que antes pero ahora en nuestras manos”. De la otra parte la respuesta era la de la modernidad, en voz del clásico latino, Cicerón:“Seamos esclavos de las leyes, para poder ser libres”.
Hace casi siglo y medio, el 6 de septiembre de 1860, el Presidente Juárez proclamó en Guanajuato las Leyes de Reforma, justo cuando el país vivía en guerra, precisamente por todo este Movimiento de Reforma que tuvo sus antecedentes con Valentín Gómez Farías desde 1833, cuando el grupo Liberal plasmó en las Leyes su reconocimiento de que en la raíz de todos los males nacionales estaba la Iglesia. El Movimiento de Reforma fue la lucha Liberal contra los intereses de dicha institución, que tenia secuestrado al país mediante su propiedad sobre tierras y almas. Entre otras cosas, la Reforma de Gómez Farías prohibía al clero su intervención en asuntos políticos, suprimía el pago del diezmo, secularizaba todas las misiones y ordenaba que las rentas y edificios de las mismas pasaran a manos de la Federación. La segunda Reforma consta de tres leyes: la Ley Lerdo, que obligaba a las corporaciones civiles y eclesiásticas a vender las casas y terrenos cuyos arrendatarios no los estuvieran ocupando, para que esos bienes produjeran mayores riquezas en beneficio de más personas. Por su parte, la Ley Juárez suprimía los fueros militares y eclesiásticos en los negocios civiles; por lo que los tribunales de las dos corporaciones, Iglesia y Ejército, se debían limitar a intervenir en los asuntos de su competencia y no en los asuntos civiles. Por último, la Ley Iglesias prohibía el cobro de derechos y obvenciones parroquiales que hasta entonces seguían exigiendo los sacerdotes a los pobres, considerándose pobres aquéllas personas que no obtuvieran a través de su trabajo personal más de la cantidad diaria indispensable para la subsistencia. La Guerra de Reforma duró tres años y al triunfo de los Liberales siguió el intento Conservador de imponer una monarquía europea, nuevo espasmo de la vieja Madre Historia, que no acababa de parir…
¡FELÍZ 6 DE SEPTIEMBRE!

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