Provincia-Granada
Quéntar revive sus 'Moros y cristianos'
La localidad granadina celebra este fin de semana su primera gran fiesta tras ser declarada de Interés Turístico de Andalucía
ROMÁN URRUTIA
GRANADA
Miembros de la Hermandad en 1952. /R. U.
Vecinos en una de las últimas representaciones. /R. U.
Quéntar revive sus 'Moros y cristianos'
La localidad granadina celebra este fin de semana su primera gran fiesta tras ser declarada de Interés Turístico de Andalucía
ROMÁN URRUTIA
GRANADA
Miembros de la Hermandad en 1952. /R. U.
Vecinos en una de las últimas representaciones. /R. U.
El trabajo de todo un año se materializa en un espectáculo de color que dura 3 días
Como tratando de reunir una tradición ancestral con el más puro estilo popular, las fiestas de Moros y Cristianos en Quéntar se abrieron ayer con una pipirrana, un pregón como Dios -y Alá, claro está- mandan y una parafernalia tan escrupulosamente preparada que ha conseguido que las únicas fiestas de Moros y Cristianos del área metropolitana de Granada hayan sido declaradas de Interés Turístico.
Y no es para menos, porque el trabajo que desarrolla la Hermandad durante todo el año se traduce en un espectáculo de color y sonido que dura los tres días de un largo fin de semana en el que participa todo el pueblo y que se ajusta a un rigor histórico en el que al final hubo unos vencedores y unos vencidos en el siglo XVI y sólo vencedores en el siglo XXI: los quentareños, que llevan a la calle su historia, de la que se sienten orgullosos. Y la llevan a la calle de forma literal porque, mientras los cristianos procesionan, los moros les salen de las esquinas tratando de hacer lo que deben, robarles el santo, y cuando lo consiguen los cristianos hacen lo propio, es decir, irse al monte a rescatarlo.
El escenario son las calles del pueblo, los cerros cercanos, donde ocurrieron de verdad los hechos; los actores, las decenas de miembros de la Hermandad. Sus trajes, sus lanzas, sus atronantes arcabuces, las comparsas están en la calle y son los vecinos, las familias de esos moros y esos cristianos -que da igual que sean unos u otros- los que ponen fin a las diferencias cuando se acaba la representación y ves a un moro agarrado a la cintura de una escultural cristiana que ya hablan el mismo idioma, el de la fiesta y la cultura.
Esta mañana de sábado las tropas cristianas saldrán muy temprano a ver cuál es la amenaza mora escudriñando por las esquinas, una operación que repiten a medio día los moros, cuando después de la misa se esconden en las intrincadas calles del pueblo para robarles a San Sebastián, algo que conseguirán mediada la tarde entre representaciones, chascarrillos, disparos y olor a pólvora.
La reconquista
La noche sirve para preparar la reconquista y muy de mañana también salen a recuperar una imagen que no tendrán hasta las cinco de la tarde de un domingo, en que los moros serán bautizados con agua bendita primero y, luego, junto a cristianos y visitantes de mil y una confesiones, se entregarán a un bautismo de tinto de verano porque la fiesta es la fiesta y ésta de Quéntar lo es, y espectacular.
Como tratando de reunir una tradición ancestral con el más puro estilo popular, las fiestas de Moros y Cristianos en Quéntar se abrieron ayer con una pipirrana, un pregón como Dios -y Alá, claro está- mandan y una parafernalia tan escrupulosamente preparada que ha conseguido que las únicas fiestas de Moros y Cristianos del área metropolitana de Granada hayan sido declaradas de Interés Turístico.
Y no es para menos, porque el trabajo que desarrolla la Hermandad durante todo el año se traduce en un espectáculo de color y sonido que dura los tres días de un largo fin de semana en el que participa todo el pueblo y que se ajusta a un rigor histórico en el que al final hubo unos vencedores y unos vencidos en el siglo XVI y sólo vencedores en el siglo XXI: los quentareños, que llevan a la calle su historia, de la que se sienten orgullosos. Y la llevan a la calle de forma literal porque, mientras los cristianos procesionan, los moros les salen de las esquinas tratando de hacer lo que deben, robarles el santo, y cuando lo consiguen los cristianos hacen lo propio, es decir, irse al monte a rescatarlo.
El escenario son las calles del pueblo, los cerros cercanos, donde ocurrieron de verdad los hechos; los actores, las decenas de miembros de la Hermandad. Sus trajes, sus lanzas, sus atronantes arcabuces, las comparsas están en la calle y son los vecinos, las familias de esos moros y esos cristianos -que da igual que sean unos u otros- los que ponen fin a las diferencias cuando se acaba la representación y ves a un moro agarrado a la cintura de una escultural cristiana que ya hablan el mismo idioma, el de la fiesta y la cultura.
Esta mañana de sábado las tropas cristianas saldrán muy temprano a ver cuál es la amenaza mora escudriñando por las esquinas, una operación que repiten a medio día los moros, cuando después de la misa se esconden en las intrincadas calles del pueblo para robarles a San Sebastián, algo que conseguirán mediada la tarde entre representaciones, chascarrillos, disparos y olor a pólvora.
La reconquista
La noche sirve para preparar la reconquista y muy de mañana también salen a recuperar una imagen que no tendrán hasta las cinco de la tarde de un domingo, en que los moros serán bautizados con agua bendita primero y, luego, junto a cristianos y visitantes de mil y una confesiones, se entregarán a un bautismo de tinto de verano porque la fiesta es la fiesta y ésta de Quéntar lo es, y espectacular.
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