miércoles, 16 de septiembre de 2009

La última batalla de Fez

Cultura-Granada
La última batalla de Fez
15.09.09 -
J. L. TAPIA
GRANADA
Una vez rendida la Alhambra, la comitiva regia encabezada por Boabdil se alejaba, los guerreros de Castilla entraban en una ciudad como muerta, con sus calles abandonadas y silenciosas y sus viviendas solitarias. La Alhambra -como contaron las crónicas- era una desolación: fuentes destrozadas, salones arrasados, cortinajes rasgados y muebles despanzurrados. Años antes, los magos de la corte nazarí, habían sido sombríos al leer el destino del entonces heredero Boabdil: «Está escrito en los cielos -dijeron- que este príncipe ocupará el trono de Granada, pero que bajo su reinado se consumará la perdición del Reino». El vaticinio se había cumplido. El instante decisivo del 2 de enero de 1492 se había deslizado inexorable y ni los hechos ni las palabras podrán ya reparar jamás la fatalidad.
A partir de esta fecha, Boabdil entra en esa muerte anticipada que parece el exilio. A su inmensa pira de tristeza se sumó la muerte de Morayma, la que fuera su esposa y que dejó enterrada en el paraje de Mondújar (¿Granada o Almería?); su estancia fugaz en la Alpujarra, su abandono y retirada a África -más a causa de una baja treta del rey Fernando que a voluntad propia-; y su asentamiento en Fez, reino en el que también se quedó la gran mayoría de los 6.320 musulmanes granadinos que le habían acompañado.
En el lejano Fez parece que Boabdil se había hecho construir un precioso palacio inspirado en la Alhambra de sus nostalgias. Y en aquellas tierras había muerto, en acción de guerra en apoyo de su anfitrión, el sultán de Fez, en 1533 (o sea 40 años después de su emigración) o en 1518. Esto es lo que afirma Almaccari, célebre historiador musulmán del siglo XVII.
Mientras los restos de sus vencedores reposan en el suntuoso catafalco de la Capilla Real, los de Boabdil yacen en algún punto del viejo Fez, aunque uno de sus biógrafos, Fidel Fernández, decía que el cadáver del monarca había acabado en el mar, arrastrado por las aguas impetuosas del río Negro, donde según Mármol y Carvajal, había librado su última batalla. «¡Por fin llegó la hora de morir! ¡Gracias a Alá!», cuentan que había gritado aquel anciano de sesenta y tres años. La tesis del cronista castellano describe a un Boabdil muy lejano al lamentablemente extendido por la leyenda, a quien le dijeran: «Llora como mujer lo que no supiste defender como hombre». Boabdil, en este relato de Mármol y Carvajal, habría muerto 'con las botas puestas'.
Otros historiadores difieren de este parecer. Así, el catedrático Cristóbal Torres Delgado, autor de 'El reino nazarí de Granada (1482-1492)', para quien «Boabdil fue enterrado en el cementerio situado frente a la Puerta de la Ley de la antigua Fez medieval». Una vez enmendado el error de la ya famosa lápida de Tlemecén, Fez se confirma como la ciudad en la que reposan los restos mortales del último rey nazarí.

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