domingo, 6 de septiembre de 2009

Las joyas de la montaña








Cultura-Granada
Las joyas de la montaña

Sierra Nevada esconde más de 70 lagunas, vestigios de la última glaciación, hace 10.000 años, y amenazadas por el cambio del clima
INÉS GALLASTEGUI
GRANADA

Con el deshielo, alrededor de estas láminas de agua proliferan las praderas encharcadas tan típicas de Sierra Nevada. En la imagen, la Laguna Hondera. / ANTONIO CASTILLO

Imagen de la Laguna de la Mosca. / A. CASTILLO.

Imagen de la Laguna de la Mosca con cabras monteses pastando en la orilla. / A. CASTILLO.

Antonio Castillo.

En las Yeguas se nadaba y se navegaba. /M. TITOS

Laguna de la Atalaya, con nieve en la orilla. / M. FERRER

Laguna del Caballo. / M. FERRER

EL LIBRO
Título: 'Lagunas de Sierra Nevada'
Autor: Antonio Castillo Martín (Granada, 1958). Geólogo del CSIC y profesor en el Instituto del Agua.
Editorial: Universidad de Granada.
Contenido: 320 páginas, con 300 fotografías.
Precio: 20 euros.
igallastegui@ideal.es
A algunas lagunas se llega con una breve excursión; a otras, tras dos días de caminata. En todas ellas está prohibido el baño y la navegación; el agua, en general, está limpia
Como joyas engarzadas en piedra. Así son las lagunas de Sierra Nevada. Antiguas: se formaron en la última glaciación, hace 10.000 años. Bellísimas: sus aguas frías y transparentes presentan los tonos de la turquesa, la esmeralda, el zafiro, la aguamarina o el negro ónix. Costosas: se encuentran a horas o días de caminata y sólo pueden verse la mitad del año, cuando la nieve se funde. Y muy, muy delicadas: el clima cada vez más seco y cálido acorta su vida, ya que sus aguas sufren más la evaporación y sus cuencas se 'rellenan' con suelo erosionado.
La editorial de la Universidad de Granada lanzó este verano el libro 'Lagunas de Sierra Nevada', en el que el geólogo del Instituto del Agua Antonio Castillo Martín describe las 74 lagunas que aún sobreviven en el macizo andaluz. El volumen, cuya edición celebra el décimo aniversario de la declaración del Parque Nacional, contiene más de 300 fotografías, 69 citas de autores fascinados por estos paisajes desde el siglo XVI, 32 curiosidades y 23 dibujos de animales y plantas, así como varios mapas de localización de las lagunas en los valles de los ríos Dílar, Genil, Trevélez, Poqueira, Lanjarón y Dúrcal.
El libro no es una guía -Castillo quiere publicar la suya en 2010-, pero al hojearlo el lector se sentirá irremediablemente fascinado por estos paisajes ubicados a entre 2.600 y 3.100 metros de altitud. Su accesibilidad es muy variada: las más 'cercanas' a Granada son las Lagunas de las Yeguas, los Lagunillos de la Virgen y los de la Ermita, en el Valle del Dílar, y las de Aguas Verdes, Río Seco, Caldera y Majano, en el Poqueira, todos ellos a una distancia moderada del trayecto de los microbuses del Parque. En cambio, las cuencas del Trevélez y el Lanjarón se encuentran a más de un día de camino. Antonio Castillo recuerda que Sierra Nevada es un enclave de alta montaña, en el que una nube baja puede hacer que el excursionista se desoriente, las temperaturas pueden experimentar cambios bruscos y un pequeño accidente en la nieve o el hielo puede tener graves consecuencias. De hecho, considera que algunas lagunas no son una visita «recomendable», por los peligros del camino: es el caso de las de las Cabras, el Púlpito y el Goterón.
Más protegidas
La Laguna-embalse de las Yeguas -la única de las descritas que no es totalmente natural- era a comienzos del siglo XX un lugar de paseos, merendolas y navegación a vela. Y donde, por cierto, tradicionalmente se celebraba un campeonato mixto de esquí y natación en la festividad de la Virgen de las Nieves... ¡el día 5 de agosto! «Hoy la protección es mucho mayor», recuerda el geólogo de la Universidad de Granada y el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). Las lagunas están declaradas zonas de reserva integral del Parque Nacional y en ellas está prohibido el baño. Aunque en estas aguas no hay peces -sólo en Las Yeguas hubo durante un tiempo truchas reintroducidas-, sí hay invertebrados y flora endémica. Muchas de ellas están rodeadas de borreguiles, esas praderas encharcadas típicas del macizo penibético.
El agua se puede beber... con cuidado. Aunque las lagunas están «magníficamente conservadas» y sus aguas son puras, en la Sierra hay animales que pastan -y defecan-, desde la cabra montés hasta el ganado. Castillo recomienda beber sólo de lagunas alimentadas a través de aguas subterráneas -no arroyos-, filtrarla y potabilizarla con pastillas.
La mejor época para conocer estos tesoros de altura es el comienzo del verano, cuando el deshielo deja por fin visibles las lagunas. Ya en septiembre, la atmósfera está más limpia, pero las cuencas tienen menos agua y la vegetación está seca. A primeros de noviembre, la nieve volverá a cubrir, como una manta, sus joyas más valiosas.

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